Etiquetas OGM en alimentos ¿Desinformar de manera oportuna?



Desde este año, en Bolivia se aplicará el Decreto Supremo 2452, del 15 de julio del 2015, relacionado al etiquetado de los productos destinados al consumo humano de manera directa o indirecta, que sea, contenga o derive de organismos genéticamente modificados.

Esta norma que hará obligatorio el etiquetado de alimentos, responde según las autoridades al artículo 13 de la Ley 453 del 2013 “Ley General de los Derechos de los usuarios y usuarias, y del consumidor y consumidora” para recibir información fidedigna, veraz, completa, adecuada, gratuita y oportuna, sobre aquellos alimentos disponibles en el mercado.

¡Qué maravilla!, podría pensar el ciudadano común. Sin embargo, el consumidor promedio en Bolivia ¿está informado de manera veraz sobre qué es un organismo genéticamente modificado - OGM?.

Honestamente percibo, incluso entre formuladores de esta normativa, autoridades y fiscalizadores un desconocimiento amplio sobre este tema. El pánico surge a raíz de grupos de activistas que hace años vienen comercializando la mentira sin fundamento de que los cultivos OGM son dañinos para la salud. Si este fuera el caso ¿por qué el Estado Plurinacional de Bolivia admitiría que sean comercializados en el país? ¿No es acaso una de sus funciones el precautelar la salud de los ciudadanos?

Los alimentos que provienen de cultivos OGM, son consumidos hasta en Europa hace más de 15 años. Para sorpresa de la gente que está desinformada, estos no son la causa de los males del mundo, al contrario en Estados Unidos y Europa, no se ha registrado que el número de casos de ciertas dolencias como ser distintos tipos de cáncer, hayan incrementado.

Sucede que los humanos, desde que nos volvimos sedentarios e iniciamos la agricultura, venimos manipulando las plantas que nos comemos. La diferencia es que el fitomejoramiento de plantas de la manera clásica, lograba alterar una cantidad incierta de genes dentro de la planta. La diferencia de aplicar técnicas más modernas es la precisión. Entre comer  un alimento, cuyos genes han sido modificados sin saber cuántos han sido afectados, o uno donde puedo saber con certeza que sólo fueron modificados 3 o 4, me quedo con el segundo.

De la misma manera que ya no se usan automóviles a cuerda (existieron en algún tiempo en nuestra historia), y la mayoría prefiere un automóvil que sólo requiere una llave o un botón para iniciar su marcha, los humanos hoy tienen la posibilidad de acceder a alimentos más seguros y producidos con menor daño al ambiente.

El problema radica en que pocos entendemos sobre genética, fitomejoramiento, modificaciones genéticas y al final la mayoría se cree el cuento de que consumir uno de estos alimentos, dará inicio a un sin fin de enfermedades o hasta mutaciones en nuestro organismo. Eso sucede en todo nivel, incluso en los tomadores de decisión a nivel gubernamental, que ignoran la parte técnica de los OGM, los extensos procesos de regulación que garanticen su inocuidad, los procesos de validación de estas evaluaciones  y sobre todo los beneficios que países como Bangladesh están obteniendo para sus productores y consumidores. Para comprender el porqué este reglamento de etiquetado (promulgado el 27 de mayo de 2016 en Resolución Multiministerial 002) tiene demasiadas falencias, fruto de la incomprensión del tema, revisaré sólo 3 puntos que muestran la incoherencia de reglamentar un artículo de una ley que también hizo a un lado el conocimiento científico y dió prioridad a los mitos de activistas:

  • Laboratorio de análisis para los alimentos que sean, contengan o deriven de OGM

El Acuerdo de Cartagena sobre Bioseguridad, el cual fue ratificado por Bolivia bajo ley 2274 el 2001, indica que cada país miembro de este acuerdo deberá formular su propio marco de bioseguridad, mismo que incluye el tema de laboratorios certificados, que formarán parte de una red internacional para el intercambio de conocimiento e incluso material de análisis.

A la fecha el país no cuenta con este tipo de laboratorios certificados y tampoco presentó una lista de laboratorios certificados en el exterior a los cuales pudieran las empresas solicitar servicios. Entonces, exijo el cumplimiento de una normativa, pero ¿no proveo los mecanismos necesarios para su implementación?.

De igual manera, las autoridades que realizarán las “evaluaciones de conformidad”, en realidad deberían solicitar un ANÁLISIS DE RIESGO para el consumo humano de los cultivos que forman parte de sus alimentos, y estos son los que deberían ser evaluados por las autoridades, no infundir miedo en la población con una etiqueta sin sustento.

Un análisis de riesgo es solicitado para cualquier OGM que vaya a ser cultivado y por ende consumido como alimento humano o como forraje. El mismo evalúa que este sea inocuo a la salud y que no cause daños al medio ambiente. Ningún otro tipo de cultivo cuenta con este análisis, por lo que personalmente prefiero este tipo de cultivos que la incertidumbre de los convencionales o los mal llamados “orgánicos”.

Si existiera un marco nacional de bioseguridad, y una empresa cualquiera tuviera unas galletas con lecitina de soja OGM, la autoridad nacional en este tema (Viceministerio de Medio Ambiente), debería tener un registro si la soja OGM que está presente en esa galleta TIENE la APROBACIÓN en el país para ser consumida como alimento o no, con su respectivo sustento científico y nó sólo con el respaldo de una publicación por alguna ONG. Esto quiere decir que la autoridad nacional, debió haber realizado la Evaluación del Análisis de Riesgo. NO debería ser competencia de la empresa realizar esta evaluación o incluso andar buscando qué laboratorio le hará los análisis.

  • Forma, color y leyenda de la etiqueta

La etiqueta en forma de un triángulo amarillo, por convención internacional es símbolo de ALERTA. Entonces ¿de qué nos alertan? Si estos cultivos ya pasaron un sistema de regulación que ningún otro producto que llega a su mesa lograría pasar, ¿cuál es la alerta?

Por otro lado la leyenda que acompañe el triángulo amarillo es: “Este producto es, contiene o deriva de OGM”. Si no es a, será b y si no, c. A alguno habrá que atinarle. Si bien otros países han incorporado este sistema de desinformar a los consumidores, no caen en la trampa de confundir más al consumidor.

¿Le preocupa acaso que algún trozo de gen “modificado” llegue a pasar su sistema digestivo?. Tenga la tranquilidad de que no hay trozos de ADN que lleguen más allá del estómago, puesto que los genes de cualquier alimento (incluso sea convencional u “orgánico”), son desbaratados en sus componentes básicos (aminoácidos) desde el esófago. Por esta razón, es que ningún alimento logrará transferir sus genes a su persona.

Lamentablemente, lo que Bolivia aún no tiene son etiquetas nutricionales en todos sus productos procesados. A la fecha yo no sé cuánta azúcar contienen todos los yogures que se venden en el mercado y que sí me interesa por ser hipoglicémica. Tampoco sigo sin entender de qué me sirve que la etiqueta de un producto me indique el porcentaje de cenizas. Este ámbito sigue siendo un misterio y no se logra informar al consumidor de manera fidedigna, veraz, completa, adecuadamente, gratuitamente y oportunamente sobre el valor nutricional de lo que está a la venta.

  • Lista de alimentos a ser considerados

La modificación genética de cultivos es un método para mejorar los mismos, no un ingrediente. Si el objetivo es “alertar” al consumidor sobre el proceso de producción, agradecería mucho que las autoridades puedan también etiquetar los alimentos “orgánicos”, indicando si están libres de patógenos, si no fueron usados insecticidas mucho más contaminantes de los que usan los cultivos OGM o los convencionales (como el sulfato de cobre, o el ácido bórico y óxido de zinc). Esto NO sucede.

El anexo 3 del reglamento para el etiquetado de OGM, incluye cultivos como el algodón. ¿Usted come algodón? En lo personal no, ya que la semilla tiene una toxina natural, pero quizás debería saber que más del 80 % de prendas de algodón son producidas con algodón OGM.

También hallamos en la lista a la papaya. Actualmente la única papaya OGM que se produce es la variedad arcoiris en Hawaii y el 2016 China inició su cultivo en una provincia. En la década de los 80s estuvo a punto de desaparecer debido al virus del anillo necrótico. Muchos podrán llegar a pensar que las papayas que crecen en Bolivia o países vecinos son OGM, lo cual ya muestra la desinformación de estas etiquetas.

La inclusión de ciruelo es otro ejemplo de la falta de veracidad de este reglamento. Este cultivo cuenta en Estados Unidos con los permisos para su investigación, cultivo y consumo, sin embargo NO está en cultivo en ningún estado de este país. Lo mismo sucede con el trigo OGM, que si bien tiene el permiso para su consumo humano en Colombia y Nueva Zelanda, no cuenta con permiso para su cultivo en ningún país, por lo que no existe en el mercado mundial trigo OGM, ni derivados, ni productos que lo contengan.

Por otro lado, el arroz, si bien cuenta con permiso para ser sembrado en China, Estados Unidos, Irán y Japón, a la fecha no se ha realizado su siembra ni cosecha. Por lo que tampoco existen en el mercado mundial arroz OGM, que contengan o sean derivados del mismo.

Esta información es de amplio conocimiento para los reguladores de bioseguridad, científicos que trabajan en agrobiotecnología y personas que difundimos información de este tipo. Lamentablemente, los tomadores de decisiones prefieren dejarnos de lado y formular este tipo de reglamentos basados en especulaciones, desinformación, sin sustento científico y generar una alerta innecesaria en la población.

Para mi sería más útil saber si el arroz que está disponible en el mercado es libre de arsénico o si su nivel no excede los  0.2 mg/kg, como establece el Codex Alimentarius. La larga exposición al arsénico puede ocasionar diversos tipos de cáncer y lesiones en la piel.

Y ya que estamos hablando de toxinas naturales, que tal garantizar que los cereales y nueces (incluido el maní), incluidos derivados, cumplen con los niveles de micotoxinas -toxinas producidas por hongos- establecidos en la Norma 193-1995 del Codex Alimentarius. Las aflatoxinas, ocratoxinas y fumosinas, son las más conocidas en este grupo de toxinas producidas por hongos. Sus efectos en la salud van desde lesiones en el intestino, hemorragias intestinales, lesiones hepáticas, hasta la neurotoxicosis, problemas locomotores, paraplejia, deformaciones en la espina dorsal en bebés en gestación, cáncer, mutaciones congénitas y muerte. Esto que le acabo de mencionar, no es especulación o conspiración. Es una realidad comprobada científicamente e incluso el último informe de Biomin del 2017 sobre micotoxinas muestra que el deoxinivalenol (DON) y fumonisinas (FUM) continúan en la lista de las micotoxinas más prevalentes en todo el mundo. Estas dos micotoxinas fueron encontradas en el 81 % y 71 % de las muestras analizadas respectivamente.


Este es el tipo de información que el usuario y consumidor desconoce de manera fidedigna, veraza, completa, gratuita y oportunamente. Quizás es tiempo de que los reglamentos en torno a nuestros alimentos sean más objetivos y cuenten con sustento científico para no causar pánico innecesario en la población, al mismo tiempo que se ignora o deja de lado verdaderos riesgos a la salud a través de toxinas naturales presentes en muchos alimentos.



Publicado: 24 de mayo de 2018