El 2005 se aprueba el primer evento para cultivo biotecnológico en Bolivia. El proceso duró al menos cinco años y desde entonces no se ha logrado desarrollar el marco nacional de bioseguridad que permita formar capacidades e impulsar la investigación dentro del país.
Producto de la atrofia en este tema, en parte impulsado por grupos cargados de ideologías sin fundamento, es que llegamos al 2019 y aún nuestros productores en el país no cuentan con diversas herramientas que les permitan hacer frente a las variaciones climáticas o incluso reducir el uso de agroquímicos en sus cultivos.
Es también el tercer año consecutivo que ciertas regiones enfrentan sequías, mientras que otras enfrentan exceso de lluvias. Se suman las plagas, que siempre aprovechan las condiciones climáticas adversas para hacer su festín de los cultivos.
Durante todos estos años países vecinos han arreglado su marco de bioseguridad, incentivaron la investigación y el desarrollo de empresas nacionales para generar nuevas soluciones a la gran colección de problemas que presenta el cultivo de alimentos.
Luego de tanto reclamar, finalmente el Gobierno ha dado una señal de que aceptará el uso del evento de soja HB4, con tolerancia a la sequía para que la producción se destine a la obtención de biodiésel.
Ante el primer anuncio, los amigos de la pobreza ya saltaron a criticar y desinformar. El evento HB4 es el fruto de la investigación y apoyo de la empresa privada en Argentina. La doctora Raquel Chan del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) descubrió el gen HB4, que fue aislado del girasol.
En alianza con Indear se completó el desarrollo de esta tecnología, incluyendo todas las normas de bioseguridad que la República de Argentina demanda para la fase de investigación, pruebas de campo y comercialización.
Bioceres es la empresa nodriza fundada en 2001 por 23 productores argentinos. El 2004 lanzan Indear para desarrollar investigación en agrobiotecnología. A la fecha cuenta con 11 unidades de negocio, entre las que destacan INMET (soluciones con ingeniería de metabolitos), AGBM (producción y comercialización de quimosina -la clave de los quesos maduros) y Trigall (soluciones biotecnológicas para el trigo).
Los grupos contrarios al desarrollo de la biotecnología en el país claman hoy la única carta que saben jugar. Bajo el bulo de que Bioceres es una empresa aliada de la difunta Monsanto, que fue comprada por Bayer, tratan de instigar el temor en la sociedad.
Alzan la voz para indicar que el país será “laboratorio de experimentos” con este evento OGM para soja. Tienen la certeza de que la mayoría, incluidos ellos mismos, ignoran que este evento ya pasó las pruebas de bioseguridad en su país y que en agosto del 2017 la Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos (FDA) otorgó el permiso a este evento para el uso en alimentos para humanos y animales. Adicionalmente, las evaluaciones de riesgo en China y Brasil presentarán sus resultados durante este año.
Mientras Japón aprueba el consumo de alimentos editados genéticamente (herramienta más precisa que la transgénesis), acá seguimos estancados en técnicas del siglo pasado.
Sería más provechoso que en vez de ponernos la zancadilla aprendiéramos de nuestro vecino a colaborar para desarrollar, con ayuda de la biotecnología, nuestras propias soluciones.
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Publicado: 30 de abril de 2019
Fuente: Página Siete