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CAMBIO CLIMÁTICO

Trigo argentino: Del granero del mundo a las menores huellas ambientales globales

Trigo argentino: Del granero del mundo a las menores huellas ambientales globales

La historia del trigo, junto a la del arroz y del maíz, es en buena medida la historia de la humanidad. Sin ellos no se habrían generado los pueblos y luego ciudades.



Además de alimentar debemos cuidar el ambiente productivo y hoy tenemos gracias a la ciencia, un trigo más positivo para la naturaleza.   
Fernando Vilella

Dejar de ser nómades y generar excedentes de alimentos permitió la diferenciación de tareas dando lugar a actividades como el arte, la arquitectura  o la tecnología, la necesidad de cuidar y repartir alimentos y la escritura entre otros. Cambio todo en menos de 10.000 años, incomparable con los  2,5 millones de años previos de historia humana.

En la Mesopotamia del creciente fértil comenzó su domesticación, expandiéndose al Egipto africano y a Europa, llegando a los cinco continentes tras las conquistas europeas de América y Australia. Hoy es el cultivo de consumo humano directo más importante, con una producción actual estimada de unos 780 millones de toneladas.

La naturaleza es, por supuesto, el laboratorio biotecnológico más complejo y el trigo es uno de sus productos más sofisticados. Es producto de mutaciones e hibridaciones naturales donde intervienen diversas especies de Triticum diploides (un par de juegos de cromosomas) que generan hace 500.000 mil otras tetraploides (con cuatro juegos) y más recientemente hace unos 8.000 años una hexaploide, es decir con seis juegos de cromosomas en lugar de 2. Por ello  el genoma del trigo es de los más  grandes y complejos ya que con unos 17 pares de Gigabases (17.000 millones de pares de nucleótidos) es unas 6 veces más grande que el tamaño del genoma humano.

En Argentina fue fundante de la agricultura extensiva y por muchos años el principal cultivo. El auge de las carnes refrigeradas de calidad de fines del siglo XIX requería mejores pasturas en base a alfalfa y para lograrlo se alquilaban las tierras a inmigrantes europeos que luego de dos o tres  años de trigo entregaban el lote sembrado con esta forrajera. Así nació el granero del mundo.

Pero eran otros números que los actuales 7 millones de has, eran unos 3 millones de has a comienzo de siglo XX que se duplican en la década del 10 y llegan al récord de 9,2 en 1927. Todo con arado tirado por caballos y sin cosechadoras, enorme esfuerzo humano digno del día del trabajo que conmemoramos el 1 de mayo. El rendimiento fue de 1 tonelada por ha durante muchas décadas hasta que producto del mejoramiento, cada vez más asentado en ciencia, comienza a modificarse  aquella base genética de miles de años. Se llega a una tonelada y media en 1962, veinte años después a dos toneladas, estabilizándose en ese valor a partir de 1992. Llegando a 3 toneladas en la última década, triplicando lo histórico.

Actualmente además de alimentar debemos cuidar el ambiente productivo y hoy tenemos gracias a la ciencia,  un trigo más positivo para la naturaleza.  La huella de carbono es un indicador ambiental que pretende reflejar la totalidad de gases de efecto invernadero emitidos por efecto directo o indirecto de un individuo, organización, evento o producto.

Hace unas pocas semanas ARGENTRIGO dio a conocer la huella de carbono del trigo argentino. En un extenso trabajo realizado junto al INTA y al INTI y basados en la metodología del IPCC (Panel internacional para el cambio climático según su sigla en inglés), pudimos saber el impacto de las distintas instancias de este complejo sistema por primera vez. En el mismo, podemos ver cómo la diferencia entre la fertilización nitrogenada frente a otras latitudes y el menor uso de combustibles fósiles gracias a la siembra directa, son factores importantes en la determinación del cálculo final.

La Huella de Carbono de la producción primaria del trigo de Argentina resulta en 152 Kg CO2 eq / t de trigo en la puerta del campo variando según nivel tecnológico y como muchas veces ocurre  la menor tecnología tiene un 16 % de mayor impacto ambiental. . A ese valor se le suman 38 Kg CO2 eq/t por el transporte para llegar al puerto de exportación, lo que resulta en un total de 190 Kg CO2 eq/t de trigo en el puerto. Comparando  los sistemas convencionales con los de siembra directa el impacto sería de un 30 % mayor, subiendo de 146 a 189 Kg CO2 eq/t , agregando  43 Kg CO2 eq/t.

Esta huella de Carbono del trigo a campo de Argentina resulta 62% inferior a la calculada por el INIA de España (Amaia, y otros, 2012) y 59% por debajo de la de AHDB (2012) para el Reino Unido. Un 27 % por debajo de lo calculado para Australia (Brock & Stephens, 2020). Y las pastas elaboradas en Argentina tienen una Huella de Carbono 74 % inferior a la estimada para Europa (UNAFPA, 2018).

Es cada vez más clara la tendencia de los mercados internacionales a valorar la trazabilidad (saber la forma en que se realizaron los procesos de forma fehaciente) y el impacto ambiental del producto en cuestión. Un estudio de IBM business value de 2020 dice que un 57 % de los consumidores están dispuestos a cambiar sus hábitos de compra para ayudar a reducir el impacto ambiental negativo.

También sabemos que en marketing, una estrategia de diferenciación consiste en el desarrollo de un plan de acción para lograr que un producto se posicione en el mercado y destaque sobre la competencia. Un ejemplo podrá ser materiales genéticos desarrollados en argentina que siendo resistentes a la sequía tienen comparado con cualquier otro material una menor huella hídrica certificada.

El trigo argentino si somos capaces de acompañarlo con estrategias públicas-privadas acordes  tiene oportunidad de seguir sirviendo a una agricultura inteligente, regenerativa, con más ciencia y tecnología potenciando la Vaca Viva que respondiendo a las exigencias más exigentes de los mercados mundiales.

Publicado: 04 de mayo de 2021

Fuente: Mitre y el Campo

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