El Premio Nobel de este año se otorga a tres científicos que han hecho una contribución decisiva a la lucha contra la hepatitis de transmisión sanguínea, un importante problema de salud mundial que causa cirrosis y cáncer de hígado en personas de todo el mundo.
Harvey J. Alter, Michael Houghton y Charles M. Rice hicieron descubrimientos fundamentales que llevaron a la identificación de un virus nuevo, el virus de la hepatitis C. Antes de su trabajo, el descubrimiento de los virus de la hepatitis A y B había sido un paso crítico hacia adelante, pero la mayoría de los casos de hepatitis transmitida por la sangre seguían sin explicación. El descubrimiento del virus de la hepatitis C reveló la causa de los casos restantes de hepatitis crónica y posibilitó análisis de sangre y nuevos medicamentos que han salvado millones de vidas.
La inflamación del hígado, o hepatitis, una combinación de las palabras griegas para hígado e inflamación, es causada principalmente por infecciones virales, aunque el abuso de alcohol, las toxinas ambientales y las enfermedades autoinmunes también son causas importantes. En la década de 1940, quedó claro que hay dos tipos principales de hepatitis infecciosa. La primera, denominada hepatitis A, se transmite por agua o alimentos contaminados y, por lo general, tiene poco impacto a largo plazo en el paciente. El segundo tipo se transmite a través de la sangre y los fluidos corporales y representa una amenaza mucho más grave ya que puede conducir a una condición crónica, con el desarrollo de cirrosis y cáncer de hígado. Esta forma de hepatitis es insidiosa, ya que, de lo contrario, las personas sanas pueden infectarse silenciosamente durante muchos años antes de que surjan complicaciones graves. La hepatitis transmitida por la sangre se asocia con una morbilidad y mortalidad significativas y causa más de un millón de muertes por año en todo el mundo, lo que la convierte en un problema de salud mundial en una escala comparable a la infección por el VIH y la tuberculosis.
La clave para una intervención exitosa contra las enfermedades infecciosas es identificar el agente causal. En la década de 1960, Baruch Blumberg determinó que una forma de hepatitis transmitida por la sangre era causada por un virus que se conoció como virus de la hepatitis B, y el descubrimiento condujo al desarrollo de pruebas de diagnóstico y una vacuna eficaz. Blumberg recibió el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1976 por este descubrimiento.
En ese momento, Harvey J. Alter, de los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU., estaba estudiando la aparición de hepatitis en pacientes que habían recibido transfusiones de sangre. Aunque los análisis de sangre para el virus de la hepatitis B recientemente descubierto redujeron el número de casos de hepatitis relacionada con las transfusiones, Alter y sus colegas demostraron de manera preocupante que quedaba un gran número de casos. En esta época también se desarrollaron pruebas para la infección por el virus de la hepatitis A, y quedó claro que la hepatitis A no era la causa de estos casos inexplicables.
Es motivo de gran preocupación que un número significativo de los que recibieron transfusiones de sangre hayan desarrollado hepatitis crónica debido a un agente infeccioso desconocido. Alter y sus colegas demostraron que la sangre de estos pacientes con hepatitis podría transmitir la enfermedad a los chimpancés, el único huésped susceptible además de los humanos. Estudios posteriores también demostraron que el agente infeccioso desconocido tenía las características de un virus. Las investigaciones metódicas de Alter habían definido de esta manera una forma nueva y distinta de hepatitis viral crónica. La misteriosa enfermedad se conoció como hepatitis "no A, no B".
La identificación del nuevo virus era ahora una alta prioridad. Se pusieron en práctica todas las técnicas tradicionales de búsqueda de virus pero, a pesar de ello, el virus eludió el aislamiento durante más de una década. Michael Houghton, que trabajaba para la empresa farmacéutica Chiron, emprendió el arduo trabajo necesario para aislar la secuencia genética del virus. Houghton y sus colaboradores crearon una colección de fragmentos de ADN a partir de ácidos nucleicos que se encuentran en la sangre de un chimpancé infectado. La mayoría de estos fragmentos provienen del genoma del propio chimpancé, pero los investigadores predijeron que algunos se derivarían del virus desconocido. Suponiendo que los anticuerpos contra el virus estarían presentes en la sangre extraída de pacientes con hepatitis, los investigadores utilizaron sueros de pacientes para identificar fragmentos de ADN viral clonado que codifican proteínas virales. Tras una búsqueda exhaustiva, se encontró un clon positivo. El trabajo posterior mostró que este clon se derivó de un nuevo virus de ARN perteneciente a laFamilia de flavivirus y se llamó virus de la hepatitis C. La presencia de anticuerpos en pacientes con hepatitis crónica implicaba fuertemente a este virus como el agente faltante.
El descubrimiento del virus de la hepatitis C fue decisivo; pero faltaba una pieza esencial del rompecabezas: ¿podría el virus por sí solo causar hepatitis? Para responder a esta pregunta, los científicos tuvieron que investigar si el virus clonado podía replicarse y causar enfermedades. Charles M. Rice, investigador de la Universidad de Washington en St. Louis, junto con otros grupos que trabajan con virus de ARN, notaron una región previamente no caracterizada en el extremo del genoma del virus de la hepatitis C que sospechaban que podría ser importante para la replicación del virus. Rice también observó variaciones genéticas en muestras de virus aisladas y planteó la hipótesis de que algunas de ellas podrían dificultar la replicación del virus. A través de la ingeniería genética, Rice generó una variante de ARN del virus de la Hepatitis C que incluía la región recién definida del genoma viral y carecía de las variaciones genéticas inactivadoras. Cuando se inyectó este ARN en el hígado de chimpancés, se detectó virus en la sangre y se observaron cambios patológicos similares a los observados en humanos con la enfermedad crónica. Esta fue la prueba final de que el virus de la hepatitis C por sí solo podría causar los casos inexplicables de hepatitis mediada por transfusiones.
El descubrimiento del virus de la hepatitis C por los premios Nobel es un logro histórico en la batalla en curso contra las enfermedades virales. Gracias a su descubrimiento, ahora se dispone de análisis de sangre altamente sensibles para el virus y estos esencialmente han eliminado la hepatitis postransfusional en muchas partes del mundo, mejorando enormemente la salud mundial. Su descubrimiento también permitió el rápido desarrollo de medicamentos antivirales dirigidos contra la hepatitis C. Por primera vez en la historia, la enfermedad ahora se puede curar, lo que aumenta las esperanzas de erradicar el virus de la hepatitis C de la población mundial. Para lograr este objetivo, se requerirán esfuerzos internacionales para facilitar los análisis de sangre y hacer que los medicamentos antivirales estén disponibles en todo el mundo.
Traducción: Cecilia González P.
Publicado: 06 de octubre de 2020
Fuente: Nobel Prize
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