El Principio Precautorio: ¿Por qué no es un argumento válido para oponerse a los Organismos Genéticamente Modificados (OGM)?



El Principio Precautorio ha sido definido en el Diccionario Latinoamericano de Bioética, como aquel principio que orienta “las medidas a tomar cuando se sospecha que determinados productos o tecnologías crean un riesgo grave para la salud pública o el medio ambiente, pero todavía no se cuenta con una prueba definitiva de tal riesgo”.

Todos somos consumidores, ya sea de servicios o de productos. Siempre tratamos de buscar lo que represente mayor beneficio para nosotros. A la inversa, siempre tratamos de minimizar (o en lo posible eliminar) el consumo de servicios o productos que nos produzcan daño o signifiquen un riesgo. Esto implica que muchas veces al día, quizás hasta inconscientemente, hacemos un análisis de lo que percibimos como riesgoso y tomamos decisiones en función de este análisis casi involuntario.

El problema radica en que los seres humanos somos naturalmente muy malos evaluando riesgos a raíz de una carencia en nuestra capacidad de entender conceptos de probabilidad. No es culpa nuestra. La existencia y éxito evolutivo de nuestra especie se debe, en parte, a un proceso de evaluación instintiva de probabilidades de riesgo, utilizando el Principio Precautorio.

Imaginemos que somos nuestros antepasados prehistóricos en la sabana de África. Estamos en busca de agua y alimento. De pronto, mientras estamos ocupados en nuestra búsqueda, escuchamos un sonido a nuestras espaldas. Podríamos detenernos a evaluar si tal sonido proviene del viento, confirmar si efectivamente está haciendo viento y cuán fuerte es la brisa. Podríamos evaluar si se trata de un roedor o un reptil; para lo cual tendríamos que comenzar a buscar al animalejo para salir de dudas. ¡No olvidemos que estamos con hambre y sed, buscando comida y agua! Podríamos también constatar si se trata de un depredador carnívoro que anda al acecho, y si está a punto de atacarnos; para ello sería necesario voltear a ver si efectivamente la fiera está ahí. Otra probabilidad es que este gesto de voltearse a ver,  le facilite la tarea al depredador. Finalmente, podríamos tomar la decisión de huir sin tiempo que perder, sin preguntarnos si se trata del viento, un roedor, un reptil o un depredador.

Si escogemos huir, independientemente de qué hubiera causado el sonido, lo más probable es que sobrevivamos, siempre y cuando tengamos éxito en nuestra búsqueda de agua y comida. Por el contrario, si decidimos voltear para verificar, puede ser que descubramos la causa del sonido: la ventisca, o un animal pequeño; pero también corremos el gran riesgo de encontrarnos con un depredador y convertirnos en presa.

Evidentemente el antepasado prehistórico que huye es el que más probabilidades tiene de sobrevivir, reproducirse y tener descendencia; a la que transmitirá los genes que le permitieron sobrevivir. Es probable que todos nosotros seamos descendientes de antepasados prehistóricos que optaron por huir en situaciones como esta y, por lo tanto, los genes que les permitieron huir han llegado a nuestros días y están presentes en todos nosotros.

En el presente, sin embargo, ya no vivimos rodeados por depredadores carnívoros. Hoy en día contamos con estudios y evidencia científica que nos permite evaluar objetivamente el riesgo para tomar decisiones consecuentes. Aunque muchas veces dicha evidencia irá en contra de nuestras intuiciones. Por ejemplo, hay mucha evidencia objetiva de que viajar en avión es más seguro que viajar en automóvil y, de todas formas, mucha gente percibe subjetivamente que viajar en avión es más riesgoso. Como perciben que viajar en automóvil significa menos peligro no utilizan el cinturón de seguridad. Entonces, tenemos acá un claro ejemplo de decisión irresponsable basada en una mala evaluación de riesgos.

El Principio Precautorio nos permite tomar decisiones cuando no podemos acceder a evidencia empírica, pero ya no es útil cuando la evidencia empírica nos permite evaluar el riesgo objetivamente. Es el caso de los activistas que se oponen a la utilización de organismos genéticamente modificados (OGM), quienes utilizan en sus argumentos el Principio Precautorio y evalúan el riesgo erróneamente.

En un primer nivel, ignoran la evidencia científica existente; tanto aquella que demuestra que los OGM evaluados son inocuos para la salud humana y el medio ambiente; como aquella que indica que los alimentos orgánicos, particularmente los frescos, son más riesgosos y pueden causar infecciones gastrointestinales fatales, como se ha demostrado, debido a que utilizan materia fecal como fertilizante.

En un segundo nivel, presumen que el hecho de no utilizar OGM, no tiene riesgo. Sin embargo, la no utilización de OGM, como cualquier otra decisión, tiene un riesgo inherente. Volviendo al ejemplo del antepasado prehistórico, huir de un depredador carnívoro acarrea el riesgo de no ver, mientras huimos, un arroyo con agua o algún animal que nos pueda servir de alimento; lo que igual nos llevaría a perecer en última instancia.

En ese sentido, el análisis correcto es evaluar la relación costo/beneficio de los riesgos asumidos. En mi experiencia, algunos de los riesgos que corremos al no utilizar OGM son: Seguir dependiendo de investigación extranjera para resolver nuestros problemas en producción agropecuaria, condenar a nuestros pequeños y medianos productores a no ser competitivos, negar a nuestra población los beneficios nutritivos de muchos de estos organismos, condenar a nuestra población a tenerle miedo a la ciencia y a la tecnología por que no la entienden ni la experimentan de primera mano.

Ninguno de estos riesgos me parece despreciable tomando en cuenta que para todos nosotros es fundamental minimizar o eliminar nuestra exposición o la de nuestros seres queridos a cualquier riesgo. Y es aquí donde cobra importancia asumir los beneficios del uso de estos organismos, permitir que nuestros investigadores comiencen a experimentar con nuevas tecnologías y dejar de lado posiciones ideológicas que no se sustentan en datos fidedignos y objetivos.



Publicado: 01 de noviembre de 2016